lunes, 3 de septiembre de 2012

Te quiero conmigo, aunque la distancia vuelva a joderme el destino.

Tengo ganas de ti, de sentirte conmigo, de vivir junto a ti, irnos juntos al olvido. Tengo ganas de recordar lo vivido, aquello que a ti te mantenía vivo, y a mi me llenaba de ilusión, de alegría, lo que formaba un nuevo destino. Tengo ganas de encontrar aquello que un día tuvimos, que se formó para mantenerse aún conmigo. Tengo ganas de burlar al destino, a la distancia, y hacer que los kilómetros que nos separan nos mantengan unidos. No recuerdo el día en el cual te he conocido, pero sé que fue un momento muy decisivo. Nunca pensé que serías especial, o algo que borraría todo lo que un día se mantuvo conmigo, pero gracias a ello ahora sonrío. Sé que no era un día frío, que tu comenzaste a estar conmigo. Con una mirada me ofreciste ser mi amigo, aunque pocas palabras aparecieron en nuestro encuentro, sabía que lo nuestro sería algo cuerdo. Las mañanas pasaban, y a mi lado te encontrabas. Las noches avanzaban, y aunque no estuvieras pronto aparecerías para hacerme sentir aliviada. Al principio pensé que nuestra relación no llegaría a nada, que la confianza no se haría elevada, y que pasado un año volveríamos a las andadas, pero luego me dí cuenta de que estaba equivocada. Como si fuera un sueño, y yo quizá la princesa encantada, pedí un deseo al viento sin saber que eras tú el príncipe que mantenía la perfección encantada. Pedí una sorpresa, algo que nunca me esperaba. Y sin más, esa fue la primera noche que apareciste, a mi lado, y luego en mi almohada. Intentando cumplir mis sueños, con las pesadillas ya borradas. Esa fue la primera noche que pensé en ti, que me sentí atraída también por lo que podría ocurrir. La vergüenza siempre está presente aquí, en mi, así que te pido ahora que no me tengas en cuenta el haberte dejado partir. Otro día más pasaba hasta llegar al fin, un fin que hubiera deseado que no tuviera que venir. Mientras tanto tu allí, a mi lado, con la marea que subía, volviéndose fría. Una noche, una madrugada, con alguna que otra confesión atada. Un tengo sueño, pero prefiero mantenerme en mi cama, despierta hasta las tantas. Después de estar juntos así, hasta que el sueño acabo por hacerme partir, me di cuenta de que comencé a sentir algo por ti, y perdóname, pero esto me supuso bastante miedo sobre que ocurriría cuando ya no estuvieras aquí. Pasados los días, todo comenzó a existir. Comenzó a ser un yo no sin ti, aunque no fuera capaz de decírtelo, de expresártelo como tu a mi. Como tu me dijiste un día, cuando el agua no es que estuviera fría, si no que mi cuerpo no estaba en armonía. Tu conmigo, yo contigo, con un millón de vegetación pagando la unión de nuestros destinos, cuando me confesaste que querías ser un tu conmigo. Y maldita la mala suerte que el miedo hizo de testigo, que por aquel instante sin seguridad permití decir que no a la unión de aquello que tanto querría como bien ahora tu eres consiente, querido amigo. Tenía miedo de lo que ahora ha ocurrido. De que tu te fueras, de quedarme sola, y no contigo. De que tu marcharas por donde habías venido, y el destino quedara atado, el amor no borrado. Por ello negué estar a tu lado, explicándote que un día el daño me había llenado. Pero gracias a Dios, no te sentiste rechazado, la amistad no se quedo a un lado, y con sonrisas y caricias, todo comenzó a quedarse gravado. Recuerdo todos los días en tu compañía, las horas en las cuales solo tú llenabas mis horas frías. Cuantísimas cosas querías, y cuantas pocas tenías. No por nada, si no por el miedo que yo poseía. Malditos recuerdos que no permitían estar cuerdos. Los días se acababan, marcado que nuestra historia quizá se quedaría acabada, cuando ni siquiera tenía donde empezaba. Quería que el tiempo se parara, quedarme si hiciera falta a ti atada. Pero el destino me hizo otra de sus jugadas. Los días se acababan, hasta dejar nuestra historia posiblemente acabada. En nuestra despedida, sentí que algo me faltaba. Además del cariño, de tu cuerpo junto al mío, de todo aquello que dijimos. Faltaba algo que ahora necesito aquí conmigo. Una muestra sincera del amor, que ahora sé que compartimos. Siento no haberme dado en aquel momento de que todo lo que vivimos, fue algo que me esta ayudando a esto de estar vivo. Y justo en aquel momento cuando nuestros labios pudieron haberse unidos, el despiste apareciera como protagonista. Luego te fuiste, me abandonaste, y mi ser se quedó para el arrastre. Pues supe que me costaría volver a tenerte delante, que los kilómetros mantendrían el aguante. Pero por suerte, tu querido conseguiste darme para seguir adelante. Me contaste todo aquello que yo necesitaba asegurarme, y al fin pude confesarte cuantísimo me gustaste. Porque me gustas, y llego a adorarte. Y a pesar de que estas bastante lejos, sé que el olvido esta vez no está de mi parte. Que los kilómetros no importan, que la vida es corta, demasiado corta para desaprovechar este amor que por fin se muestra. Y repito, tengo ganas de ti, de sentirte aquí. De que la distancia decida no darnos un fin, de abrazarte, de sentirte junto a mi. Adoro encontrarme entre tus brazos, perderme entre tus labios. El sentirte y adorarte, llenarte de mi alegría, picarte. Adoro que las noches no sean frías con tu compañía, el saber que quieres que lo nuestro se extienda a pesar de las malas melodías. Odio el no sentirte al lado mia, el no poder despertar con tu compañía, con tus mimos, que me llenes de alegría. Pero sé que algún día todo lo que queríamos se cumplirá, y ya claramente no te dejaré marchar. Quizá un año pasará, miles, qué más dá. Si de verdad eres tú, todo lo malo podría llegar, que yo estoy segura que aguantaría hasta el final. Para sentirte, adorarte y acompañarte, llenarte de mi compañía, prometerte que ya solo sonrías. Y ya poco más puedo decirte, poco más debo demostrarte. Creo que ya puedes comprender lo que llego a desearte, a adorarte, a quererte aquí delante. Y tú sabes que por el momento, por mi no quiero dejarte aparte, que estoy deseando verte, que todo vuelva a lo de antes para comenzar a mimarte. Y lo sé, soy ñoña y quizá no me atrevería a soltarte todo esto por delante, pero es una forma de mostrarte cuantísimo te tengo en mente en este instante. Gracias por llenarme de tu cariño, de tu alegría, de permitir que sonría. Gracias por todo lo que me mantiene viva. Gracias por prometerme que vendrías. Gracias por no abandonarme, aunque la tierra nos condene. Gracias por leerme, por aguantarme. Gracias viejo por aparecer en mi vida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario