sábado, 26 de mayo de 2012

Acabo de recordar el pasado, un yo contigo, y un tú junto a mi. He recordado lo bonito que era, y lo bien que me sentía. Y por esto, claramente he llorado. He llorado al recordarte, y al ver que aún así, nunca podré olvidarte. He muerto por dentro al sentirte, al recordar tus besos, tus contactos y tu cariño. Recuerdo tus mensajes de buenos días, recuerdo tus muestras de alegría. Recuerdo también todo aquello que me decías, y lo simple era entonces entender el por qué yo misma existía. Recuerdo que lo malo era bueno, y que el miedo apenas tenía sentido. Cuando sonreír era inevitable, y ser feliz admirable. Cuando tú estabas a mi lado, y yo contigo. Cuando nos besábamos, sin apenas sentir nuestros labios. Cuando nos amábamos, nos abrazábamos y cuidábamos. Sinceramente, hubiera querido un futuro a tu lado, pero ahora aquello me suena muy lejano. Hubiera querido amarte, y cuidarte, adorarte, y para nada matarte. Te hubiera llenado de mi calor, de mi amor, hasta que se apagara tu corazón. Y una vez así, tu yaciente y conmigo allí, hubiera llenado tu estancia de felicidad, para al fin acabar con la absurda eternidad. Como si tu fueras Romeo, y yo la simple Julieta, hubiera buscado un fin; para ir al lugar de los sueños, pues tú ya no estarías allí. Allí, a mi lado, conmigo, algo que iba a ser para siempre. Ahora, aquí, para nunca, esto ya tiene su fin. Recuerdo muchas cosas, añoro bastantes. Te siento y te olvido, te amo y te odio. Y ya no quiero tenerte conmigo. Quiero formar otro destino, olvidarme de lo bueno y de aquello que sentía cuando tú estabas posado sobre mis sentidos. Y ya está, tú no eres todo lo que he vivido. Hay veces que merece la pena cederle la vida al olvido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario