jueves, 15 de diciembre de 2011

Se acabó el billete de ida.

La vida es como una montaña rusa. De aparencia larga, pero realmentr tan rápida que tus recuerdos al final se igualarán a simples minutos. Tal cual una montaña rusa, con cuestas hacia alante, cargando un gran peso tras tu espalda. Con miedos, pánico, nerviosismo, algo de intranquilidad, las mismas sensaciones que se experimentan cuando ese maldito trasto se eleva hasta lo más algo, a un ritmo algo lento, ya que le cuesta cargar con tanto peso, afrontarlo, no rendirse. Tal cual como la vida, tan larga que parece, tan lenta, justo cuando los miedos, el pánico acude a ella, al igual que el aburrimiento. Pero fin, para siempre, como nuestro siempre. Llegó la diversión, aquello a lo cual divierte a muchos locos dementes de este gran mundo. Una caida, rápida, sin previo aviso, en la cual se escuchan gritos, muy fuertes, hasta el punto de dejarte sorda. Al igual que en esta vida, cruel vida, la cual nos dedica largas caidas hacia el propio suelo sin previo aviso. Dolorosas, puras, sinceras, horrorosas. En las cuales te cuesta respirar, volver a caminar. Es el día a día, los miedos, la inseguridad. La vida tal y cual, en la que Dios tiene un extraño sentido del humor. Una caida, rápida, en la cual la digestión se te para, los miedos salen a la luz, la ansiedad, el final. Una caida, tan dura, tan efimera, y a veces tan larga de afrontar, tan duradera, durante años, meses, días, incluso vidas. Ese maldito trato sigue cayendo, rápidamente, hasta que se estampa contra en suelo. Ya que su diseño está perfeccionado, sigue caminando, sin pausa pero sin prisas, relajandose tras la caida. Lástima que esta vida no este a base de golpes, de caidas, en la cual todos seamos perfectos para saber superarlo. En esta vida no hay nada ni nadie que te impulse, ni una salida, nada. Solo otra cuesta alta por subir, miles de miedos por descubrir. Un camino, lleno de espinas y alambres. Una futura caida, puede ser, o un lento descenso hacia la felicidad. El estúpido trasto sigue avanzando, sin miedo, sin apenas desesperarse. Es fuerte, como sus materiales, y las sensaciones que eneste justo momento le rodean son adrenalina, miedo, entusiasmo, ganas de mas, y mas. La misma sensación que se tiene al levantarse del suelo, frio, aspero. Ganas de vivir, de amar, cual preso sacado de la carcel sin delito aparente. Sigue andando, caminando, ahora la velocidad aumenta. Los sentimientos se vuelven algo maa confusos, miedo, pánico, no puedes con todo esto. Te puede, de nuevo tu digestión, remontada y relajada, se corta, se para, produciendote un agudo dolor en el vientre. Otra caida, otro ascenso, mas alto, mucho mas, vueltas, con fuerzas, hasta llegar a la pura desesperación. Ahora, el final de la partida, tu ultima caida. Una caida, de dos metros, puede que mas, a alta velocidad. Gritos, miedos, puede que desmayos, y al fin aquello tan esperado, el fin, un ya he salido de aqui. Cual la muerte, dura, pero rápida en algunas ocasiones, dolorosa o sin dolor, en la cual se rinde tu corazón. Fin de la partida, se acabó tu billete de ida. La vida es corta, dura, cruel. Fin, hasta pronto, hasta nunca, nunca mas se volverá a repetir. Por mucho que lo deses, por mucho que lo sueñes, nada mas volverá a ocurrir. Ya no puedes volver a montar, para intentar disfrutar. Vida triste, dura, cual montaña rusa, cuales miedos, cual infierno, cual la ausencia del cariño. Y con todo esto solo queda decir, que odio las caidas al aire libre, las montañas rusas, las despedidas, las atracciones, el miedo, el pánico, la ansiedad, hasta la propia, pura vida que me consume poco a poco.

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