viernes, 8 de julio de 2011

Lo siento, rutina.

Sé que estás enojado, enfadado y hasta quizás, dolido. Creeme que lo sé, ya que te conozco mejor que cualquier persona que halla crecido a tu lado, que fuera contigo a parvulitos, o cualquier persona que piense que lo sabe todo de ti. Pues en casi dos años, he aprendido cada una de tus expresiones. Sé que cuando suspiras, no es que estés enojado; no es nada malo. Sueles suspirar entre besos, entre caricias, sin poder creer lo que está pasando. Conozco cara una de tus sonrisas y de tus expresiones, y sé realmente cuando intentas fingir que estás bien. Conozco los signos que usas con frecuencia para mostrarme que algo dentro de ti, que tu gran órgano vital, se encuentra mal. No sé si tu sabrás que ya me he dado cuenta, o quizás hayas cambiado tanto, que ya no sé ni reconocerte. Pero signos parecidos a ":)" o "x)" me indican que tu humor de ánimos no es muy bueno. Sé que quizás suena absurdo, ya que cualquiera puede usarlo sin más; pero tú conmigo siempre lo has usado cuando estabas enojado, o herido. Y ahora, siempre. Sé que no soy perfecta, sé que hago muchas cosas mal, pero aún soy una cría. Siento no tener más de catorce años y ser aún un poquitín inmadura. Siento no saber como reaccionar, y al intentar buscar la felicidad, dañartela a ti.
Pero sé que no estás bien. Sé realmente que esto te duele, por más que trates de aparentar ser tal y cual como una roca, que por dentro está rota. Sé que todo ha sido mi culpa, y quiero pedirte perdón. Perdón por todo, perdón por haberte echo daño; te lo juro no fue mi intención. ¿Sabes? Solo quería recuperarte. Soñaba con estar contigo de nuevo, con probar el dulce sabor de tus labios. Pero estoy cansada, estoy cansada de luchar y de no conseguir nada. Estoy en medio de una guerra en la cual no tengo ni la más mínima posibilidad de vencer; pero si de morir. Estoy en vida sin vivirla, y la única ilusión que tengo, es poder tenerte aquí. Pero no me quedan fuerzas, ni lágrimas por derramar como para luchar algo por lo que he perdido. Pero lo intento, y caigo, me vuelvo a caer, y me hago daño. El corazón me sangra por dentro. Mis ojos acumulan lágrimas saladas, que resbalan sin obstáculos por mis mejillas, hasta llegar a mis labios, o quizás a mi cuello, siguiendo su trayectoria hasta mi camiseta; con pequeñas marcas negras, por la pintura que suele haber sobre mis ojos. Una lágrima, significa demasiado. Es un pedacito de alma, que necesita escaparse del cuerpo, desahogarse. Llorar se a combertido en mi rutina, y estoy cansada de ello. Un día, mi padre me dijo que todos hemos de adaptarnos a una rutina, ya que si cada día era distinto, al final acabaríamos volviéndonos locos, y yo le dije que odiaba las rutinas; que prefería los altibajos. Está claro, prefiero estar un día feliz, aunque al otro, me lo pase llorando, contemplando como la vida pasa; pues no quiero pasar mi vida entre lágrima y lágrima. Pero eso no se puede elegir. La rutina, es la rutina. Y mi rutina, eres tú.

No hay comentarios:

Publicar un comentario