jueves, 28 de marzo de 2013

Sonrisas vacías.

Allá por encima de tu vientre encorvado, por debajo de tus mechones hacia los lados, allí donde tus sentimientos se quedaron anclados, el órgano vital de una niña bombea por que siga viva. Allí donde ya  nunca más se posarían las horas frías. Dentro de su corazón, querido amor, ya no existe el dolor. Dentro de algo que siempre te perteneció. Tú, hombre valiente, nada demente, que siempre en ella estás presente. Tú, querido campeón, fiel luchador. En la guerra te embarcaste, a ella sola dejaste. Allí en una estación, luchando con su corazón. Él entre tus brazos, pues siempre estaba presente todo lo que tenías en mente. En una guerra no de dos, de otros que se metían de vuestra relación. Y con armas de guerras,  conflictos de veras. Ganas de luchar por un fiel en el amor, también de fallar y de decir adiós. Y tú, fiel campeón, que a la niña cuidaste y adoraste, jamás pensaste en sola dejarle. Tú que tanto podías darle. Entre tus brazos la acurrucaste, y a lo malo apartaste. Dile adiós a las melancolías, a las veces en las cuales no la veías. ¿Qué más da? Mientras que la guerra seguirá, juntos y parados estareis ante el altar. Tú allí, ella por ahí. Unidos aunque no exista el existir. Y rendidos, y parados, mientras que el juego no se queda anclado. El juego de la vida, el tiempo corre y no hay huida. No hay un final, un terminar, y un ganador o perdedor debe acabar. Hay que luchar. Tú vencedor de amor, perdedor de muchas otras canciones de dos. Tú, que luchaste sin temor. Con bestia en mente, ataque de frente, con dolor y ardor, mal a veces a tu pobre corazón. Pero con arma de guerra, sentimientos de postguerra, desgarrarás a todo cuanto venga. Dale al continuar, avanza algo más; entre las pesadillas de tu vida, las veces en las cuales ella se iba. Y ella, inocente demente, con su mundo pendiente. Ella que nada parecía, y que tanto para ti tenía. Ella, que quería incluso quitarse la vida. Ella, que las sombras la cubrían. Ella, con rasguños por los puños, moratones profundos. Ella que por ti vivía, atrapada en la fría melodía en la cual tu ni aparecías. Y maldito luchador que atascado te quedaste en esa misión. Sin saber como avanzar, no sé si te rendiste o paraste a descansar. No sé que sientes en tu estar. Ella te busca y no te sabe ni localizar. Pues estás, pero no estás, pasas poco por el altar. Pasas por donde os solíais adorar. Las armas de guerra  ya no buscan la paz, si no darle al terminar. Te da igual, el dolor ante tu pobre corazón. Y fiel campeón, que aún adoras y guardas el de aquella niña sin ningún temor..De tanto apretar, vaya, se rompió. De tanto esperar, de tanto aguantar, se acabó. Y ella no lloró, si sufrió, ni temió, sola se quedó. Y ella ni luchó. Se dejó invadir por el mal, por la falta de tu olor, y en un rincón de la vida se apartó. Allí se quedó, sin saber más de aquello tan bello que os unió. Y justo entonces, tú llegaste a la estación. Llegó la primavera, las veces en las cuales la sentías en tu vera. Pero ya no está, no se encuentra en el lugar. Se ha ido, se ha desvanecido, aunque su corazón aún no se haya podrido. Cuídalo bien, es lo único que te dejó para que recuerdes cuanto te daba sin saber. Sin saber y tú ni la dejaste de querer. Pero ella no está, no existe ahora de verdad. Ella que tanto te quería a pesar. Tú que incondicionalmente la amabas a pesar de los demás. Ella ahora ángel anclado a la oscuridad, que desde abajo te observa, pues al cielo puso en venta. Ella que ya no tiene alas, y tiene la infancia desbordada. Ella que ya no sabe ni en que soñar, esta atrapada en ver qué harás. Observándote a pesar, de que ya nunca más juntos podréis caminar. Pues ya no es una guerra, es la muerte la que aterra. La partida ha acabado, y parece que no hay ganadores por este lado. Ha sido un anónimo, lo que te ha dejado sin ánimo. Ha sido la esperanza, esa de acariciarla con ansias. Ha sido el no pasa nada, siempre es siempre monada. Ha sido el no luchar, el darte por debilitar. Y ahora, de nada te servirá llorar, no más para que ella lamente en la eternidad, que estés tan mal.

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