martes, 20 de marzo de 2012

Las nubes posadas sobre tu propia vida.

Puede que en algún lugar, que en algunos pasajes, el cielo amanezca gris y nublado. Puede que el sol no aparezca en este, y la belleza, la suma calidez que transmitía se quede en ello, en un recuerdo, en la grandísima ignoráncia que este mundo ahora está sufriendo. Puede que del cielo caigan lágrimas y causas de ira con cierta influencia eléctrica. También puede que un suave y lento quejido quebrado resuene por todas las calles, como un llanto continuo; como un algo sin un nada. Puede quizás, que en ese momento tú amanezcas de un modo similar. Simulando tu provia vida, cansado, agotado; envuelto en un mar. El mal de tus lágrimas, de tu malestar. Podrías un día sentir la muerte, y al otro, una sensación aún más amarga que la falta de la bondad. Puede que sueñes, con ya apenas nunca despertar; y que el sol ya no se pose en tu ciudad. Ansiaras el mal, el dolor y el rencor, más que el amor. Querrás matar, querrás sentir el dulce sabor de las millones de tormentas, la poca calidad del viento, la suavidad de este, el miedo escondido entre sus susurros. Soñaras con convertirte en lo peor de tu vida, y con quedarte estancada entre tus peores sueños. Tu vida, se convertirá en tu pesadilla, y tus sueños en tu propia vida. Vivirás amargada en el mundo que tan siquiera tú conoces, en el que tu misma te causas tu propio mal. Y sí, estarás perdida, perdida en una guerra sin motivos para ganar. Ya no habrá sonrisas, ni ganas de continuar; pues serás una guerrera en busca del final. Está claro, lo inico que querrás será encontrar la paz. Poder despertar de aquel mal sueño sin piedad. Levantarse y que el sol amanezca ya; pero que pena que son deseos tan solo para narrar. Tu podrás ponerte en pie, y mirar al cielo, sin más, pero nunca volverás a encontrar el calor perdido, el amor, ni las ganas de prosperar.

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