domingo, 12 de febrero de 2012

Ganar o perder.

Ahora sí, ahora sí. Ahora vienen las ganas de llorar, de gritar, y de no prosperar. Vienen los días grises, las caidas, las tormentas. Viene el miedo, el mal, la ansiedad, acompañada con la soledad. Viene aquello a lo que nunca llamarían felicidad. Viene, vino, y vendrá siempre que siga en pie para poder volver a caerme. Es ley de vida: caigo y me levanto. Caigo y me canso. Caigo y nunca llega mi descanso. En parte, tiene su gracia. Tiene gracia estar en vida para no vivirla, para solo visualizarla. Tiene gracia caminar sin avanzar, aunque intentes correr con todas tus fuerzas. Tiene gracia nacer para morir, y morir para al fin ser feliz. Tiene gracia esa opción de caer, cuando nadie nisiquiera te adverterá después. Sí, es realmente cómico este mundo, esta vida cruel, en la que malvados y corruptos destacan ante soñadores valientes como tales. Debería aceptar, en parte sé que es cierto, mi papel en este mundo, mi destino, mi misión en esta vida; algo que ya descubrí hará un tiempo atras, mientras que él cristal no hacía más que llorar. Comprendí que cada uno tiene su momento, su espacio y su tiempo. Cada uno tiene su oportunidad, y su gran oferta de fallar. Mal día que me tocó a mi, mala partida en la cual a los malos guerreros poco reparti. Una vida, un intento, nada de segundas oportunidades, o ganas o pierdes, o quizás si no, empatas. Puedes empatar en esa misma lucha; por cumplir tu objetivo aquí, por no tenerte que ir. Es duro, y a la vez frágil el modo de llegar hasta allí. Debes luchar, insistir, fallar, pero recuperar. Pero no, no puedes ganar. Acto imposible que muy pocos quizas llegan a perdurar. Ganarle al destino, a la vida, a la muerte, a tu uturo. Jugar, como en una gran partida de ajedrez. Tu mueves. yo muevo, y el reloj a contratiempo. Yo ataco, tu quizás también ataques, puede que repetes, ataques mis campos, mi rey y mi reina, adios a mis peones, a mis caballos, a mi alfil y a mis acompañantes. Hasta luego, el contrincante los ha matado, de forma rápida, sin aviso, sin motivo. A no ser, que llegue el empate. Motivo en el cual tu pierdes, pero te ve tan sumamente abatido que prefiere quedarse alli, iniciar otra nueva partida, esta vez sin fin. Yo muevo, pero ya nadie mueve. El reloj se paró, decidió quedarse quieto, mientras que el curso se oxido. Ni un ganador, ni un perdedor; no mas que una triste resignacion. Un peso tras la espalda, un equilibrio poco equilobrado dia tras dia, por aquel motivo que ni tu mismo sabrias que ocurriria. Y fin, fin de la partida, fin del juego, de las risas, de la vida, fin, bienvenido a esta nueva ida. Un nuevo billete, una nuva historia, llena de lagrimas, de risas, incluso de tristes melodias. Es mi día a día. Yo no perdi, ni gané, pues nisiquiera lo intente. No en el momento, no cuando debia ser. El juego se quedo a medio, se interrumpio, y jamas de completo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario